La bicicleta en la obra de Feininger no es solo un vehículo; es una extensión del cuerpo humano, una herramienta que amplifica la fuerza, la velocidad y la resistencia. El uso de formas geométricas y colores intensos enfatiza esta conexión, las bicicletas están tan vivas como los hombres que las montan. El autor advertía la mecanización de la sociedad industrial y rechazaba de algún modo la deshumanización que llegaba. Otros autores, en cambio, veían en el deporte un último refugio de un ser humano conectado con sus ancestros, sin urbanizar.
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