«La guagua es la guagua» contesta la protagonista de Panza de burro cuando una niña madrileña le dice, entre risas, que la guagua es el bus. Una niña que reproduce lo que aprende en su entorno: cómo se debe hablar, cómo no; que guagua es una palabra para denominar un autobús, pero su verdadero nombre, el español, castellano y correcto, es autobús. Un clima de formalismos, acentos neutros y lecciones lingüísticas marcadas a fuego, que chocan con muchas realidades del país.
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