Desde 2003, los científicos saben que los insectos experimentan algo parecido al dolor, pero una nueva investigación desarrollada en la Universidad de Sydney demuestra por primera vez que los insectos también experimentan un dolor crónico que dura mucho tiempo después de que la lesión inicial ha cicatrizado. El estudio, publicado en Science Advances, ofrece la primera evidencia genética de las causas del dolor crónico en la Drosophila (mosca de la fruta), una especie utilizada frecuentemente en experimentación genética.
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