Lo único que distingue entre buenos y malos escritores es esto: los hay que hacen libros para personas a las que consideran tan inteligentes como ellos, y estos son los buenos escritores, mientras que otros están convencidos de que todo el mundo es idiota, de modo que escriben libros para idiotas. Roald Dahl no pertenecía al segundo grupo. Escribía para adultos y para niños, y estaba convencido de que ambos lectores eran cualquier cosa salvo estúpidos.
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