En prisiones de todo el mundo, los reclusos realizan trabajos por los que reciben compensaciones económicas: de las cárceles salen colchones, gafas, señalizaciones y otros artículos. Ahora, numerosas compañías privadas emplean a reclusos que fabrican artículos de lujo, como es el caso de la firma danesa Carcel en Perú. Esta situación ha reavivado el debate en las últimas semanas acerca de la ética de las empresas que se lucran del trabajo en prisión.
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