Víctor Hugo, tras su muerte en 1838, escribió en su esquela: “Era un personaje raro, temido y considerable (…) Era noble como Maquiavelo, sacerdote como Gondi, défroqué como Fouché, ingenioso como Voltaire y cojo como el diablo. (…) Como araña en medio de su tela, había atraído y capturado héroes, pensadores, conquistadores, grandes hombres, reyes, príncipes y emperadores. (…) Ese cerebro que había pensado tantas cosas, inspirado a tantos hombres, construido tantos edificios, dirigido dos revoluciones, engañado a veinte reyes..."
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