Para quien quiera más recomiendo la crónica de John Hersey titulada Hiroshima. Hersey fue uno de los primeros reporteros occidentales en llegar a la ciudad y entrevistar a sus habitantes, ademas la crónica hace un seguimiento de sus vidas años después y como la tragedia les marco.
Los relatos que cuenta son desgarradores, el único problema que le encuentro a su libro, cosa comprensible por la gran barrera del idioma, es que a las personas que entrevista habían tenido un contacto previo con occidente antes de la guerra y la mayoría estaban relacionados entre si (uno de los pocos médicos no heridos después de la bomba, misioneros cristianos alemanes afincados desde hacia décadas en la isla, una viuda con tres hijos, un monje shintoista, una oficinista), cosa también normal si llegas a una ciudad en ruinas y quieres entrevistar a la gente.
Me sorprendió al leerla descubrir un síntoma de fatiga que no sabia que los supervivientes habían arrastrado durante toda su vida. Una fatiga generalizada que a pesar de estar teóricamente sanos impedía a una persona desempeñar el cien por cien de su rendimiento. Escalofriante el relato de la viuda o del joven doctor de 25 años que hace poco que acaba de empezar que de la noche a la mañana se ve que es de los pocos médicos que ha tenido la suerte de no salir herido y tiene que atender a todos los que van llegando.
Me he quedado a cuadros con los de que el 35% de los mendigos eran niños en 1983 en Madrid y que la policía recogió a casi 7.000 ese año. Y eso que yo me crié en un barrio de esos en el sur de Madrid. Y creía que mis padres eran ricos porque mi padre era policía y eramos los únicos del bloque con calefacción. Luego un día con unos 10 años pasamos por un barrio de gente bien y me di cuenta de que no lo éramos. Yo creía que un pijo era alguien como yo pero que llevaba ropa de marca. Vi morir a los hermanos mayores de muchos de mis amigos. Nosotros como nacimos en el 82 nos libramos. Los vecinos nos llamaban mucho a preguntar por mi padre cada vez que detenían al hijo de alguno. Recuerdo que eramos cientos de niños por las calles. Sólo en mi bloque ya eramos un ejército. Recuerdo los desahucios. Que parece algo de ahora pero en los 80 los había a montones. Y sobretodo recuerdo el día en que los vecinos se juntaron para echar a palos a los últimos yonkis del barrio, eran hijos de otros vecinos, pero entonces nos pareció bien hasta a los niños. Yo nunca jugué en parques, ahí vivían los yonkis, yo jugaba entre los coches aparcados. Todo era una mierda. Los ochenta fueron una mierda. Pero se recuerdan en Madrid por cuatro pijos jugando a La Movida.
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En gloria esté