España rebajó el año pasado un 2% sus emisiones de gases de efecto invernadero –causante principal de la crisis climática–. El clima fue benévolo esta vez: llovió y sopló el viento, por lo que se generó mucha más electricidad a base de fuentes renovables. Sin embargo, la acción humana directa no ayudó tanto. El transporte por carretera y la aviación lanzaron más gases en 2018. La industria o la producción ganadera también lastraron esta reducción al incrementar sus emisiones.
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