Sus manos le guían por el interior de las piezas y el cableado de un motor. Cuando uno de los cinco sentidos falla los otros se agudizan. Este axioma es real cada día en el caso de Leopoldo Vicente que hace cinco años perdió la vista, pero no la memoria ni la capacidad de que sus manos le guíen por el interior de las piezas y el cableado de un motor como si estuviera viéndolos al igual que hace cualquier otro mecánico. Cambiar el aceite, una bombilla de un faro, un motor completo e incluso la distribución de un coche no tiene secretos para él.
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