Los problemas con la verdad que se prevén con la irrupción de las deepfakes pueden ir a más conforme avanzan las investigaciones en este campo. El último ejemplo de esta tecnología lo deja claro: basta editar un campo de texto para cambiar lo que dice una persona en un vídeo. Esta inquietante manipulación la hace posible un software basado en aprendizaje automático que permite añadir, eliminar o cambiar las palabras que alguien pronuncia en una grabación.
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