Por muy repugnante que nos resulte ver a una etarra, asesina en serie, por la calle, tenemos que aceptar la decisión del Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. Por mucho que nos duela ver a gente que hizo del crimen una forma de vida con horario de oficina durante años, no queda otra que acatar la sentencia. Por mucho que nos soliviante constatar la injusta certeza de que los asesinados por ETA no volverán y los asesinos acaban saliendo a la calle, no seríamos demócratas consecuentes si no aceptáramos la sentencia del TEDH.
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