Ocurría cada mañana. Más de cien coches partían de la capital del país en dirección a la sierra, y a medida que se encontraban y reconocían pisaban el acelerador para competir por llegar los primeros. Los estadounidenses al volante de sus Peugeot, los españoles con vehículos SEAT, tratando de demostrar su superioridad. Ambos habían entendido que se trataba de ganar una carrera. Pero parecían haber olvidado el apellido que la acompañaba, espacial.
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Españita