La inmensa mayoría de españolas, salvo raras excepciones, ni se plantean que un hombre tenga la obligación de invitarlas en la primera cita y, si me apuras, nunca. Que sean ellos los que deban pagar la cuenta es algo que nos suena muy antiguo, teniendo en cuenta, entre otros factores, que normalmente unos y otras trabajan y cobran sus salarios. Sin embargo, el intercambio cultural que facilitan las redes sociales nos están enseñando que hay países, por ejemplo algunos de Sudamérica, en los que continúa vigente esa regla.
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