El otro día escuché en la radio –comentaban la famosa cadena humana de Cataluña- una definición de independentismo que me pareció muy acertada: “El independentismo es siempre la rebelión fiscal de los ricos”. Es verdad, y por eso no deja de sorprender que en otras latitudes –verbigracia, Italia- los movimientos secesionistas (la Lega Nord y sus franquicias) sean unánimemente considerados filofascistas mientras que sus equivalentes ibéricos gozan de la simpatía de un amplio sector de la izquierda española, con perdón.
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