Hay buenos estudiantes y buenos profesores, a lo mejor hasta son mayoría. Pero en el ambiente flota algo malsano y que quita estímulo, que desanima, que invita al conformismo y a las burdas complicidades. La ley del silencio y la omertà, la incapacidad del sistema académico para seleccionar con buen criterio, la demagogia, el miedo inconcreto, la impunidad, el todo el mundo es bueno, la tendencia de la autoridad a escurrir el bulto, el corporativismo ramplón, la solidaridad mal entendida, la decadencia de la ética profesional,...
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