Lo recuerdo, señor, como un chaval tímido, ni muy espabilado ni tonto. Era usted un chico normal, puede que simpático. Tuvo la mala suerte de ser nieto putativo de Franco, por lo que llegó a la universidad después de formarse militarmente –por tierra, mar y aire-, cosa un tanto repugnante en los tiempos que corrían. Cuando llegó usted a nuestra facultad ya era un militar y un militar un tanto franquista. Pero, señor, matizando mi opinión, no creo que usted tenga pecado de franquismo. Usted no es su padre, afortunadamente.
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