El balcón interior de mi oficina da a un amplio deslunado que comparten varios edificios de oficinas. En él, desde que estamos instalados, hemos contemplado día tras día la convivencia de dos gatos. Uno negro y uno gris. Al principio se llevaban mal, pero poco a poco fueron congeniando y es divertido ver como juegan entre ellos o se lavan la cabeza el uno al otro. Desde el único ventanal al que se puede acceder a esa zona del deslunado alguien ponía comida y agua. Pero un día dejaron de hacerlo...
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