Lo que me resulta llamativo es que con cada vez mayor frecuencia muchos de mis interlocutores caen en una curiosa trampa lógica: dado que existe un cierto nivel de corrupción en nuestras instituciones y en nuestros políticos, materializada en enormes sumas de dinero público desviados a espurios y egoístas fines (cuando no directamente robados), los problemas del país se solucionarían, o al menos se atenuarían, cuando se acabe con esta corrupción.
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