Escritos de la revolución y de la guerra de España

Geneviève Dreyfus-Armand y Odette Martinez-Maler (coord.), 'Écritures de la révolution et de la guerre d'Espagne', Exil et migrations ibériques aux XXe et XXIe siècles, n°9-10 (nouvelle série), Riveneuve éditions, invierno 2018/verano 2019.

Al final de la guerra española y durante los años oscuros que siguieron, más de medio millón de hombres y mujeres con proyectos de emancipación social vinieron a buscar asilo en Francia. Un magnífico número doble de la revista Exils et migrations ibériques aux XXe et XXIe siècles reúne los relatos y testimonios de veintiséis descendientes de estos exiliados.

Presentamos aquí el texto escrito por Geneviève Dreyfus-Armand y Odette Martinez-Maler como introducción a este libro que ellas coordinaron, así como el relato de Daniel Pinós Barrieras, titulado "Impasse de la Quarantaine".

Introducción: Relatos personales y escritos de la Guerra de España

En 2019, ochenta años después de la Retirada, ¿cómo pretenden los hijos de los republicanos españoles exiliados transmitir los recuerdos íntimos de unos hechos que fueron tan fundamentales para ellos? ¿Cómo han recibido, reinterpretado y reformulado, a lo largo del tiempo, los relatos de las experiencias particulares de sus padres? ¿Qué lugares, qué palabras, qué huellas han forjado -de forma única- sus representaciones de este pasado? ¿Y qué experiencias singulares han tenido ellos mismos dentro de sus familias de esta transmisión de experiencias históricas?

Estas son las preguntas que hemos formulado a veintiséis de ellos, nacidos en España o en Francia - entre 1933 y 1958 - y cuyas historias presentamos aquí.

Estos hijos de exiliados han respondido a nuestra invitación con una generosidad y una sinceridad sin precedentes, entregando -algunos por primera vez- fragmentos de sus sensibles recuerdos. Sus testimonios forman un mosaico original y conmovedor cuya riqueza está llena de enseñanzas. En efecto, evocan una diversidad de trayectorias que pone a prueba la idea misma de una memoria común del exilio republicano. Estos relatos que se entrecruzan dan fe de la pluralidad del exilio.

Esta diversidad se debe, en primer lugar, a la pluralidad de las experiencias sociales y políticas descritas: en primer lugar, las de sus padres, cuya historia cuentan -de forma subjetiva-. Las diminutas vidas de los padres y las madres, evocadas en el transcurso de sus textos, se sitúan en los contextos muy diferentes de un largo periodo de tiempo que va desde los años 30 hasta el final de la dictadura franquista. El impulso reformista de la Segunda República y las Misiones Pedagógicas, la revolución social y sus comunidades, la Guerra Civil, el éxodo de 1939, los campos de internamiento en el sur de Francia, los campos de concentración nazis, la participación en la Resistencia, la lucha armada en la guerrilla antifranquista en la propia España: tantas temporalidades concretas, tantos fragmentos de recuerdos distintos que la narración polifónica, aquí recogida, articula y pone en perspectiva. Porque, más allá de sus diferencias, estos hijos de republicanos tienen en común que vinculan explícitamente la guerra y el exilio vividos por sus padres con los proyectos de emancipación social que ellos defendieron. Y lejos de reducir la evocación de la Guerra de España a la secuencia del conflicto armado propiamente dicho (1936-1939) y al desastroso éxodo que le siguió inmediatamente, transmiten no sólo la memoria de los combates, sino también, río arriba y río abajo, el recuerdo de los ideales y esperanzas que alimentaron los compromisos de sus familiares. La diversidad de las trayectorias de la primera generación de republicanos - relatada aquí por los recuerdos de segunda mano de sus descendientes - se debe también a la divergencia de los proyectos que inspiraron los compromisos del bando antifranquista. Los autores que testifican aquí proceden en su mayoría de familias socialistas, comunistas o anarquistas. Si de un texto a otro surgen lugares comunes de la memoria y valores compartidos -en particular el apego a la educación popular y a la cultura para todos-, las disonancias y discordancias son claramente perceptibles: tanto en España durante el Frente Popular y la Guerra Civil como en el exilio, con el telón de fondo de la Guerra Fría y la política estalinista. Estas evocaciones plurales reflejan los clivajes que han dividido históricamente al campo republicano y la conflictividad de sus memorias, que el uso de ciertas categorías como "antifranquismo" o "antifascismo" a veces corre el riesgo de neutralizar. Nos hubiera gustado que el abanico de culturas políticas fuera más abierto y estuviera mejor representado. Así, lamentamos decir que faltan testimonios que habrían dado fe de otras herencias, en particular las vinculadas a las corrientes de izquierda del Partido Socialista, a Izquierda republicana -el partido del Presidente de la República, Manuel Azaña- y a otros partidos republicanos, así como a los movimientos de las minorías regionales. Esta recopilación de testimonios es un proyecto abierto que, obviamente, no pretende ser exhaustivo.

Pero si la diversidad de las trayectorias se refiere a la historia contada por los padres, también tiene que ver con la pluralidad de las propias experiencias de los autores: empezando por la de la transmisión de la memoria que han vivido directamente y que nos relatan en primera persona. Una pluralidad que contradice la idea de homogeneidad social y política sustentada en la establecida -y sin duda simplificadora- expresión "republicanos españoles de segunda o tercera generación". Más allá de las particularidades individuales, esta pluralidad está ligada, en primer lugar, a la variable edad de los autores: ¿qué hay de común, en efecto, entre la trayectoria de un "niño de la guerra" nacido en 1933 en Madrid y la de un niño del exilio, nacido en 1958 en Toulouse o en París? Por muy confusas que sean las impresiones recibidas en la primera infancia, la relación con el acontecimiento y su recuerdo son obviamente muy distintos. ¿Qué se puede decir del impacto de las determinaciones sociales y culturales en la narración legada, impedida o relegada de este pasado? ¿Y sobre todo el papel que juega la naturaleza de las pruebas vividas? Si todos los sufrimientos de los actores de la historia evocados aquí son iguales en dignidad, ¿son similares? ¿Son idénticos el recuerdo de la resistencia armada -en España o en Francia- y el de la deshumanización radical en un campo de concentración? ¿Y son comparables sus huellas en el imaginario familiar? Todas estas cuestiones de la memoria se plantean aquí en carne y hueso, a través de estas historias íntimas de la guerra española [1]. Sin embargo, allí donde una visión global tendería a uniformizar las experiencias y congelar las palabras de los testigos -así como las de sus descendientes-, estos relatos personales ponen de manifiesto su gran variedad.

Más allá de la particularidad de las trayectorias, los estilos y los registros, arrojan luz sobre lo que hace, de manera general, la historicidad de los testimonios: los de su formación, de su enunciación y de su recepción. Estos "testigos de testigos" de la guerra española y de sus consecuencias hablan en un momento preciso de la historia de las memorias de los republicanos españoles, en Francia y en España. Una historia en la que fueron y siguen siendo actores. Como muchos otros descendientes de republicanos, muchos de ellos han acompañado, traducido, publicado o filmado individualmente los testimonios de sus familiares [2]. Y, desde mediados de los años noventa, más allá de este papel de transmisión de la memoria individual y familiar, se implican -en su mayoría- en movimientos o grupos asociativos que militan contra la impunidad de los crímenes franquistas y se movilizan en el ámbito público, de forma transfronteriza, por el reconocimiento y la expresión de la memoria de los vencidos de la guerra española [3]. Además, lejos de cultivar un repliegue identitario, muchos de ellos encarnan una memoria ejemplar [4] al defender, más allá de la referencia al país de origen de sus padres, valores humanistas e internacionalistas.

Estas narrativas que se entrecruzan dan fe de los estados actuales, sin duda provisionales, de la memoria, que en parte están conformados por los marcos sociales y los préstamos de otras construcciones de la memoria. En cualquier caso, son un contrapunto a la escenificación pública y mediática de este pasado tal y como se manifiesta a cada lado de los Pirineos. En este sentido, son documentos inéditos y preciosos sobre la transmisión contrastada de las memorias del exilio republicano. Y también constituyen, en sí mismos, acontecimientos de la palabra [5] y, como tales, objetos de la historia. Las obras de la memoria, como las que intentamos presentar aquí, no son simples testimonios sometidos al trabajo de los historiadores: ellas mismas forman parte de la historia.

En una segunda parte, hemos optado por relacionar estos relatos personales con los relatos reflexivos de escritores y cineastas -procedentes o no de familias de refugiados españoles- que muestran cómo los relatos de sus familiares o testigos de la guerra española han alimentado su imaginación y han configurado su relación con esta historia. En sus textos, los autores explican cómo los archivos privados, los silencios y las palabras de estos actores directos de la revolución y la guerra española se convirtieron, para ellos, en los materiales de su propia escritura novelesca o cinematográfica. Explican la génesis de sus obras y plantean las cuestiones estéticas a las que les ha enfrentado su compromiso artístico y político: la reutilización de imágenes, el uso poético de los archivos más allá de su función documental y la escenificación y ficcionalización de los testimonios [6].

La relación con los archivos privados está omnipresente en todos estos relatos personales. Aparece en los textos y dentro de ellos, a través de la publicación de facsímiles de archivos, insertados y comentados de forma personal: cartas manuscritas, palabras relatadas, fotografías extraídas de álbumes familiares, grigri, fetiches, tantos lugares donde funciona la memoria viva, la que da acceso a la presencia sensible del pasado, más que a la reconstrucción militante o erudita del mismo. Una de las aportaciones de este volumen es, pues, presentar no sólo nuevos testimonios, sino también archivos privados, familiares y personales inéditos, cuyo valor evocador y afectivo es muy impresionante. Dos textos de historiadores, cuyo objetivo es presentar archivos bien identificados, completan a su manera la colección de memorias. Uno de ellos es un notable archivo privado sobre la revolución social: el de René Lamberet, que ciertamente está depositado en el Institut français d'histoire sociale, pero que ha sido poco explotado dada su riqueza. La otra es una colección de archivos también privados, los del Comité de Servicio Unitario, iluminados por los archivos públicos de los Renseignements généraux. Sacar a la luz material documental poco conocido forma parte del proceso de escritura de la historia, que va necesariamente acompañado de una crítica interna de las fuentes y su comparación. El archivo, de hecho, informa tanto sobre el acontecimiento que evoca como sobre el organismo que lo produjo. Al igual que es necesario cuestionar la fabricación y el modelado de los testimonios. Para concluir el volumen, dos análisis -de un historiador y de un hispanista- ofrecen una visión histórica y una perspectiva literaria y profundamente implicada en los relatos cruzados inéditos aquí publicados.

Geneviève Dreyfus-Armand y Odette Martinez-Maler

***

Impasse de la Quarantaine

.

Ni el árbol ni la piedra

sienten piedad

de un cielo despiadado

Árboles y plantas

contra el eterno entorno

desgarrado,

hacia no saber nunca

dónde renace el mar

muere la tierra.

Monegros 

(José Antonio Labordeta)

El 26 de marzo de 1938, la Legión Cóndor bombardeó Sariñena. Cuatro escuadrones de tres aviones Heinkel-111 destruyeron el 70% del pueblo aragonés donde vivía mi familia. La ciudad estaba devastada, aunque las tropas republicanas habían abandonado el pueblo el día anterior y parte de la población se había ido. Hubo muchas muertes. Al día siguiente, 27 de marzo, una división de soldados marroquíes del Rif que había luchado junto al general Francisco Franco ocupó Sariñena.

Durante el mes de marzo, en Aragón se produjeron treinta terribles bombardeos sobre puentes, carreteras y pueblos por parte de la aviación franquista de la Hispana, la aviación legionaria italiana y la Legión Cóndor alemana. Fue la mayor ofensiva militar jamás realizada en el territorio de la República Española.

Las bombas alemanas acababan de reducir a cenizas los sueños de toda una generación de jóvenes habitantes de la región de Monegros. Los Monegros son una meseta abierta al cierzo, un viento seco y frío procedente de los Pirineos. Para mi familia, es un lugar de memoria donde, como cantaba el compositor aragonés José Antonio Labordeta, "ni el árbol ni la piedra tienen compasión de un cielo despiadado". Una tierra en la que hunde sus raíces mi historia, la de mi familia y la Historia con mayúsculas que tantos sueños emancipadores trajo, pero también la tragedia de una España saqueada por las tropas del general Franco.

El 19 de julio de 1936, en Sariñena, la ciudad condal de los Monegros, sopló el gran viento liberador de la revolución. Las muchachas y muchachos, los jóvenes libertarios de la CNT, eran mayoría en el Comité Revolucionario, como en todas las provincias de Aragón. Decretaron la colectivización de la tierra y expropiaron los latifundios con toda la maquinaria agrícola. Se suprimió el dinero y se estableció un sistema de vales, basado en las necesidades de cada familia. Al igual que en otros lugares, los títulos de propiedad fueron destruidos y la iglesia del pueblo se convirtió en un garaje y un almacén para guardar los bienes gestionados por el comité. La utopía estaba en marcha y los campesinos monegrinos participaron con entusiasmo en la revolución social. Una nueva vida comenzó, el tan soñado comunismo libertario fue finalmente puesto a prueba en las primeras horas de un nuevo mundo.

Mi padre se fue a luchar contra el fascismo en el frente de Levante en abril de 1937. Tres meses después, a finales de julio, las tropas de Lister, general del ejército republicano, destruyeron por la fuerza un gran número de comunidades aragonesas, con el furioso deseo de restaurar el orden republicano y el de los terratenientes. El estalinismo había desplegado su brazo armado por toda España, y Líster era uno de sus principales generales.

La revolución se había convertido en un sueño abortado, la guerra sucia, en la que el militarismo finalmente se impuso, se hizo realidad. Tres de mis tíos lucharon en los frentes republicanos de Aragón y Andalucía. Fue en Pozo Blanco, en el frente de Córdoba, donde uno de ellos, Valero, hermano de mi madre, perdió la vida a los 19 años. En Gandía, en el frente levantino, mi padre y sus compañeros luchaban para que sus sueños de liberación no se vieran truncados. El sombrío rostro del fascismo estaba al otro lado de la trinchera, pero la lucha era tan desigual que el entusiasmo inicial, la fuerza que hacía temblar las montañas, fue aplastada.

En noviembre de 1938, tras meses de silencio y separación, mis padres se reunieron brevemente cerca de Girona para emprender el largo viaje al exilio: la Retirada. Mi padre cruzó la frontera francesa, a través del paso de Perthus, el 9 de febrero de 1939. Un combatiente anónimo entre miles de hombres, mujeres y niños que caminaban en un cortejo fúnebre en el que, entre dos bombardeos de la legión Cóndor, sólo resonaba el silencio de los vencidos. En aquel momento, mi padre probablemente estaba lejos de imaginar que no volvería a ver la tierra de su juventud.

El exilio español fue principalmente una humillación. Mi padre y sus dos hermanos fueron detenidos en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer.

Otro de mis tíos, hermano de mi madre, fue detenido en el campo de Bram. Los exiliados españoles quedaron marcados para siempre por la acogida de esta Francia que creían la tierra de los derechos humanos. Nunca olvidaron lo que vivieron en los campos de concentración franceses: el sentimiento de degradación, la pérdida de todos los valores morales que habían defendido, el sabor amargo del pan de harina mezclado con serrín, la tramontana, el viento frío y cortante que dejaba los cuerpos magullados en las playas de arena donde no había nada que abrigara a los hombres, la muerte, la arenitis, la enfermedad mental generada por el insoportable cautiverio de las arenas del Rosellón. Francia nunca ha expresado su arrepentimiento por este ataque a los principios de "libertad, igualdad, fraternidad" escritos en el frontón de sus ayuntamientos, la santa trilogía republicana que sus élites pisotearon y siguen pisoteando.

Una vez más separados por la historia, mi familia se reunió durante el verano de 1940 en Saboya.

En 1943, como para muchos republicanos españoles, para mi padre y mis dos tíos, la hora de la venganza contra el fascismo estaba a punto de sonar. Participaron en la Resistencia francesa en las filas del grupo FTP "la Vapeur" en Saboya y en un grupo de guerrilleros españoles en el maquis pirenaico.

Al exportar la guerra de liberación al otro lado de la frontera, creyeron que el régimen de Franco tenía los días contados. Pasaron los mejores años de su vida con las armas en la mano, para que generaciones como la nuestra pudieran vivir en paz y libertad.

No entendieron inmediatamente el cinismo de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial cuando traicionaron su promesa de ayudar a los españoles a liberarse del fascismo en su propia tierra. El exilio duró otros treinta años. La odisea de mi familia terminó en 1950, en la ciudad de Villefranche-sur-Saône, en un lugar simbólico para los exiliados: Impasse de la Quarantaine. Nací en 1953, tres años después del final del viaje. Es una historia de entusiasmo y decepción, la historia de hombres y mujeres que han cargado sobre sus hombros sueños y traiciones durante toda su vida.

"¡Nunca he trabajado con tanto entusiasmo, sin sueldo y sin vacaciones, por una causa tan grande! Eso decía mi madre, una pequeña campesina de Sariñena que sufrió desnutrición y raquitismo durante su infancia. Juliana, la pequeña campesina de los Monegros, sólo tenía 22 años cuando se produjeron los acontecimientos y España entró en una locura colectiva que acabó en una atroz y sangrienta guerra civil. Vivió el drama, el terror y la guerra, pero también el breve verano de anarquía. La cumbre de su vida, su primavera personal, el faro que iluminó toda su vida. En julio de 1936, dejó la casa burguesa en la que limpiaba desde niña para unirse al Comité Revolucionario y trabajar en el popular restaurante de Sariñena. Creía en un futuro brillante y en la juventud del mundo. Durante un verano radiante, descubrió la felicidad de la libertad y el amor. En el Comité Revolucionario del pueblo conoció a mi padre, al delegado de abastos y de hacienda, al delegado de alimentación y vivienda de la comunidad, y al administrador del restaurante popular. La joven Juliana descubrió la vida y el amor, y se enamoró perdidamente de mi padre, un joven monegrino, que le dio un hijo antes de unirse al frente levantino.

Mi madre hablaba una deliciosa mezcla de francés y español, 'frañol', un sabir formidable. Cuando era niña, utilizaba este nuevo lenguaje para dar forma a largas historias sobre cómo las nuevas ideas trastornaban el orden establecido en un pueblo cuya existencia estaba regulada por el calendario litúrgico de la Iglesia católica, donde los jóvenes empezaban a leer a autores como Proudhon, Bakunin, Ferrer i Guàrdia y Lorenzo, y donde los más atrevidos soñaban con abolir el dinero, colectivizar la tierra y compartir el pan. Mi madre vivió ese paréntesis libertario, ese tiempo suspendido en el que los pobres podían levantar la cabeza, antes de que la rebelión fuera aplastada con sangre por los falangistas y los militares fascistas. A los veinticinco años, cruzó los Pirineos a pie, acompañada por la 11ª división del ejército republicano, para llegar a Francia, con mi hermano mayor, su bebé de un año contra el pecho y su hermana de diez años aferrada a sus faldas.

Cuando pienso en mi madre y en su historia, siento nostalgia, alegría, melancolía y rabia. También pienso en todas las mujeres del exilio que han experimentado el dolor de ser arrancadas de su tierra y de su esperanza. La historia la escriben los vencedores y casi siempre la han escrito los hombres. Por desgracia, durante demasiado tiempo han olvidado los nombres de las luchadoras de Mujeres libres, de las milicias obreras, de los comités revolucionarios y de los sindicatos.

Fueron perseguidos durante la guerra y el régimen de Franco. Las mujeres eran peligrosas porque denunciaban los problemas del patriarcado y la desigualdad social. ¿Cómo no recordar a aquellas mujeres libres que participaron en la liberación de tantas ciudades y pueblos españoles, codo con codo con sus compañeros, y que recibieron la orden de abandonar las trincheras para servir en la retaguardia como cocineras, enfermeras y obreras, porque, según las autoridades republicanas de la época, el lugar de una mujer no era el frente? ¿Acaso todas estas mujeres ya no tienen un lugar entre los condenados de la tierra en estricta igualdad con los hombres?

Son muchos los recuerdos que me asaltan hoy, y he intentado transmitirlos en mis memorias: Ni l'arbre ni la pierre. La odisea de una familia libertaria española [7].

La memoria a veces nos juega malas pasadas, se mezcla, se telescopia, se embrollan las pistas y a través de un libro, tratamos de poner un poco de orden, de pasar por obligación y por convicción. Lo hice por lealtad a mi pueblo, a sus ideas emancipadoras, para no dejar de lado nuestra historia. (...) Mi intención inicial al escribir este libro era destacar la historia única de esos miles de republicanos españoles que vivieron el sueño y la pesadilla, la alegría y la tristeza. Recuerdo los viajes que hacíamos en autobús con todas las familias de la CNT, cuando era niño en los años 50 y 60, para ir a las reuniones en las bolsas de trabajo de la región, en Vénissieux, Villeurbanne, Saint-Fons, Roanne... En las familias libertarias españolas, los niños eran los reyes, para nosotros, cada viaje era una fiesta, nosotros que teníamos pocas oportunidades de salir. En cada reunión, la jornada se desarrolló de la misma manera: por la mañana, los oradores tomaron la palabra, y las principales figuras de la CNT se sucedieron para hablar de la Revolución de su juventud y de la necesidad de apoyar la lucha librada "dentro" por los valientes compañeros de la CNT. Al final del encuentro, toda la sala cantó con emoción y lágrimas Hijos del pueblo y À las barricadas, los himnos de la FAI y la CNT.

En una mesa de prensa, los militantes tuvieron acceso a periódicos y revistas publicados por la CNT, la FAI y la FIJL [8], así como a obras políticas y también a novelas, obras de teatro y colecciones de poesía. Recuerdo que, en una reunión en Saint-Fons, mi padre compró tres dramas campesinos de Federico García Lorca en español: Yerma, La Casa de Bernarda Alba y Noces de sang. Unos años más tarde, siendo adolescente, me presentaron a Lorca. La cultura fue una preocupación constante en las publicaciones libertarias del exilio que surgieron a partir de 1945. La literatura, el teatro, el cine y las artes plásticas ocupaban un lugar destacado en los periódicos y revistas del exilio.

La comida fraternal se servía a menudo en un restaurante popular cercano a la sala donde se celebraba la reunión; era una oportunidad para reunirse con los compañeros y hablar del paraíso perdido, de los recuerdos de 1936, de las noticias del día más allá de los Pirineos, del último nacimiento, de los estudios de los niños en la escuela francesa. Por la tarde, todo terminó con un festival, un espectáculo en el que las atracciones estaban formadas por cantantes, músicos, bailarines y actores del exilio. Estos artistas, a menudo de gran talento, ponían en escena bailes folclóricos españoles como la jota, la sardana o el flamenco y obras teatrales como las de Calderón de la Barca, Cervantes o Lorca. Para nosotros, los niños, fue una fiesta y un recreo, recorrimos la sala de conciertos, paseando por los pasillos, las escaleras, el balcón y el vestíbulo. La felicidad que veíamos en los ojos de nuestros padres nos hacía estar contentos y orgullosos de pertenecer a nuestra comunidad de exiliados, tan lejos y tan cerca de España. Por supuesto, tuvimos otras oportunidades de reunirnos, en las giras, nombre de las reuniones heredado de los librepensadores y naturistas del siglo pasado cuando celebraban la madre naturaleza y la libertad. Al igual que en las reuniones de la CNT, nos desplazábamos en autobús a un lugar en el campo, un campo o un bosque, donde se organizaba una comida campestre. El asado, la carne se cocinaba en una parrilla, en la barbacoa, como en España. A los españoles les gusta cantar y en las giras se cantaba mucho, acompañado de guitarras, mientras los críos, los niños, estaban en el campo.

En 1968, con 15 años, estaba en mi segundo año de calderería en un CET (Collège d'enseignement technique) de Villefranche-sur-Saône. Mi padre era activista de la CGT en una fábrica de impresión textil, la fábrica Gillet-Thaon. Muchos anarquistas españoles se afiliaron a la FO por rechazo a la influencia de los comunistas en la CGT, pero como la FO no existía en su fábrica mi padre se afilió a la CGT.

Cuando llegó mayo del 68, me reunía con los jóvenes de mi barrio, entre los que había un grupo de militantes maoístas. En aquella época, mis fuentes de inspiración eran las novelas de Lorca, Zola, Hugo, Tolstoi, Sartre, Molnar y Kafka, que encontraba en la biblioteca de mi padre. Los anarquistas españoles dieron mucha importancia a la cultura como instrumento de "concienciación". La identidad de los trabajadores de la época estaba muy arraigada, y llevar un mono de trabajo era un signo de reconocimiento por rechazar el orden de la fábrica, sus limitaciones y sus jerarquías. En mi colegio, los alumnos de tercer curso organizaron una asamblea general. Esto nunca había ocurrido en una escuela técnica, éramos mucho menos libres de expresarnos que en la escuela general, el peso de la jerarquía era muy fuerte. Se votó la huelga y se creó un comité de lucha.

Al día siguiente de la convocatoria de la huelga en Villefranche, tuvo lugar una manifestación y una reunión en la bolsa de trabajo. Nos encontramos en la calle con los trabajadores de las fábricas en huelga y los estudiantes de secundaria. Allí estaban los trabajadores de casi todas las fábricas, incluidos los pequeños talleres de confección, muy numerosos en la ciudad. Completamente abrumado, manifestándose hombro con hombro con los trabajadores y los escolares, por primera vez en mi vida compartí una lucha social con mi padre... (...) En mayo también descubrí la prensa anarquista española impresa en Francia, luego introducida de contrabando en España. Periódicos a los que estaba suscrito mi padre: Le Combat syndicaliste y Tierra y Libertad... Aunque no los había leído antes, estos periódicos me hicieron tomar conciencia de la cuestión social. Recuerdo el número de junio de Combat syndicaliste, cuyo titular era: "En mayo, haz lo que quieras". Y al ver la realidad a través de los ojos de los anarquistas, rápidamente me sentí cerca de ellos. Hablaban de la huelga general y explicaban por qué era necesaria una lucha que llevara al cambio social y al fin del capitalismo. (...)

A los 15 años, mayo del 68 fue un bautismo de fuego para mí, vivido junto a mis padres y amigos. En los años siguientes, intenté vivir la utopía a través de un compromiso militante total. Fue una zambullida en el caldero libertario de mi familia, una forma de continuar una lucha que comenzó más allá de los Pirineos.

Daniel Pinós Barrieras

[1] Utilizando el título del libro de Patrick Pépin Histoires intimes de la guerre d'Espagne, París, Nouveau Monde, éditions, 2009.

[2] Este es el caso de varios de los autores de nuestro libro que han editado los testimonios de sus familiares. Pero también autores como Myrtille Gonzalbo y Vincent Roulet que han creado, con la página web Giménologues, un espacio notable de transmisión de memorias libertarias; es también el caso de Marí Carmen Rejas en su libro 1936, itinéraire d'un enfant espagnol. Paco, l'impossible oubli, París, Société des écrivains, 2015; o Mélodia Sirvent con Le cordonnier d'Alicante. Mémoires d'un militant de l'anarchisme espagnol (1889-1948) París, Ediciones CNT-RP, 2017, donde traduce, introduce y anota el testimonio de su padre Manuel Sirvent Romero. Algunos hijos de republicanos, como Antoine Blanca en Itinéraires d'un républicain espagnol, retoman el relato de su padre ficcionándolo. Así Tomás Gómez Gómez, Amanecer rojo, Sarrión, Muñoz Moya Editores, 2015.

[3] Véase ¡Caminar!, la coordinadora pluralista de asociaciones en Francia.

[4] Tzvetan Todorov, Les Abus de la mémoire, París, Arléa, 1995.

[5] Arlette Farge, Des lieux pour l'histoire, París, éditions du Seuil, 1997, o La Parole comme évènementdans Des lieux pour l'histoire, París, Seuil, 1997.

[6] Algunos de los autores del apartado anterior han hecho cine (Ariel Camacho, Fernando Malverde, Marta Marín Dòmine, Odette Martínez-Maler) pero no han optado por hablar de su trabajo de escritura o dirección, como tampoco lo ha hecho Jean Ortiz en el apartado de archivos.

[7] Daniel Pinós, Ni l'arbre ni la pierre. La odisea de una familia libertaria española, Lyon, Atelier de création libertaire, 2001.

[8] CNT: Confederación Nacional del Trabajo; FAI: Federación Anarquista Ibérica; FIJL: Federación Ibérica de Juventudes Libertarias.

Traducido por Jorge Joya

Original: www.memoire-libertaire.org/Ecritures-de-la-revolution-et-de-la-guerre-