El reloj marcaba las 11:00 en punto cuando el meneante cerró el cuaderno con una sonrisa. Había repasado cada palabra, cada frase subordinada, convencido de que su idea era buena. Pero, como cada lunes, la emoción no estaba solo en escribir, sino en imaginar lo que otros harían.
Esperó a que su jefe saliera a tomar café para conectarse a Menéame y publicar su microrrelato. A partir de ese momento no volvería a prestar atención a su trabajo, tan solo se concentraría en los votos y comentarios que iba a recibir.