El primer beso

La mano derecha de Maite emprende un camino hacia el cuello de Eva. Sus miradas se anclan, y lentamente, Maite comienza un viaje hacia lo que ha estado deseando durante varias semanas. Sus labios se dirigen directamente al objetivo con el que ha soñado más de una noche.

A escasos centímetros, Maite se detiene. Su mirada se clava en la de Eva, esperando una señal de aprobación. Esta llega de una manera inesperada. Con las rodillas temblorosas por el nerviosismo, Eva sujeta la cintura de Maite y, con un movimiento firme, atrae su cuerpo hacia el suyo. Los labios de Maite se posan sobre los de Eva en un beso dulce, suave y tímido. El corazón de ambas late con fuerza, acelerado por la emoción.

Maite se separa ligeramente, abre su boca un poco y se acerca de nuevo, esta vez con mayor parsimonia. Eva espera con inquietud, conteniendo la respiración. Los labios húmedos de Maite presionan con firmeza los de Eva, y su lengua asoma tímidamente, buscando con delicadeza el labio superior de Eva. Esta, rendida ante la excitación, abre sus labios y permite que Maite explore su interior.

Los besos se suceden sin interrupción. Maite mordisquea los labios de Eva, quien responde al envite con igual intensidad, dibujando círculos de pasión dentro de su boca. Finalmente, se separan, sonriendo con nerviosismo y complicidad. Apoyan sus frentes una contra la otra, se toman de las manos y, por un momento, el tiempo parece detenerse. Ambas son felices. Por fin, Eva ha vuelto a sonreír.