Estoy muerto desde no sé cuándo, y creo que en el infierno. Carmine me dio el beso de la muerte por tangarle 30.000, y me concedió 3 horas para huir. En menos de 1 hora me pillaron en un callejón de Palermo y me acribillaron. Luego abrí los ojos y no sentía ni oía nada, y tampoco podía moverme. Solamente veo, sin poder mover nada mi foco de visión. Ahora soy un espíritu, y seguramente estoy condenado a permanecer eternamente mirando a ese maldito muro del callejón.
Dos imágenes pasaron por mis ojos antes de cerrarlos. El beso que di a mi hijo, de 15 días. Sonrió. No sabía que los críos sonriesen tan pronto. Lloré de alegría. Y el beso de mi madre cuando me largué de casa. Tan amargo. Los besos se parecen a palabras como “libertad”. Según de qué labios salgan, pueden ser veneno o cielo.