Y la besó. La besó sabiendo que era la última vez que lo hacía

Toda la semana había dejado la casa para “paso de revista” como diría él, “Bien recogida” como diría ella. Jamás le perdonaría que no fuese así.

Esa mañana la duchó, le secó el pelo, la peinó y le puso el vestido que más le gustaba. A decir verdad, le quedaba un poco flojo ya. La dejó acostada sobre la cama hecha.

Ella miraba el techo con su habitual mirada perdida.

Él empezó a recordar. A sus 75 años años había muchas cosas para recordar. Sobre todo, a su hijo, al que una negligencia médica se lo llevó muchos años atrás. “Nunca se olvida, pero se aprende a vivir con ello”. Y su manera de vivirlo era dejar correr una lágrima por su mejilla y a la vez reír recordando la primera vez que recorrió el largo pasillo de éste, su último piso.

Esa risa hizo que ella lo mirara y en ese momento él se dio cuenta de que era uno de esos fugaces momentos en que lo recordaba.

Y la besó… La besó sabiendo que era la última vez que lo hacía…

Fue al comedor. Puso los papeles en la mesa. Hoy hace justo un año de la aprobación de su ingreso en residencia “en cuanto haya plaza disponible”. Puso ese papel en el centro. Las posteriores peticiones y reclamaciones alrededor.

Ocultando el verdadero problema, a la mañana siguiente, ella engrosaría la lista de mujeres muertas por violencia de género.