Besaba como una Ak- 47

Besaba como una Ak- 47, muak, muak, muak, muak, y cuando parecía que había vaciado el cargador, sacaba otro para la otra mejilla, muak, muak, muak, muak. Esto se repetía al llegar y al salir, pero nunca durante la estancia.

Durante la estancia, algún que otro beso o muestras cotidianas de cariño familiar, pero la ametralladora labial no hacía acto de presencia.

Al principio, esos segundos en los que su mejilla recibía los impactos indiscriminados de amor le parecían interminables y lo consideraba como un pago inevitable por pasar las vacaciones con sus abuelos. Un beso bastaba para demostrar cariño, pensaba él.

Después, esos segundos en los que su mejilla recibía los impactos indiscriminados de amor le parecían insuficientes y entendió que era por los que no había recibido y por los que no recibiría durante su ausencia.

Ahora, sus mejillas tiemblan cuando recuerda que no está la Ak- 47.