Guiada por su obligación de proteger el prestigio de la justicia y por el ambiente que respira en su hábitat, Isabel Perelló no ha entendido que no se generaliza cuando se cuentan las andanzas de Peinado, Escalonilla, Hurtado, García Castellón, Biedma, Velasco y Velázquez, entre otros colegas temperamentales que ella tiene
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