El salón, abarrotado, hervía de expectación. Los invitados, con sus mejores galas, aguardaban el acontecimiento del año. Cuando se anunció el nombre del galardonado, aplausos y música triunfal llenaron la sala. Con el rostro iluminado, el premiado se levantó del asiento y avanzó hacia el escenario. Un discurso vibrante, lleno de gratitud y pasión, cautivó profundamente al público. Sin embargo, tras cada aplauso, un escalofrío ascendía por su columna. Por dentro, un ardor punzante le recordaba …