Según la historia, el Grial, el cáliz de la Última Cena, llegó a las tierras de Huesca en el siglo III, enviado por San Lorenzo desde Roma, y se conservó en
distintos templos. Uno de ellos, la iglesia de Bailo, a finales del siglo X, desde donde pasó luego por más de 300 años al cercano monasterio de San Juan de la Peña. En memoria de este episodio, la Asociación Cultural y Recreativa de Bailo (Acurba) organiza una recreación y una marcha senderista.