Los desarrolladores de malware saben que sus artefactos va a ser analizados por threat hunters, forenses y demás “azulones” que intentarán destriparlos para obtener el detalle de su funcionamiento para contenerlos. También saben que la mayoría serán analizados en sandboxes con máquinas virtuales que proporcionan entornos aislados para que el malware se active para que sus acciones puedan ser interceptadas. Por ello los programas maliciosos detectan que se están ejecutando en una máquina virtual y actúan en consecuencia.
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