Comienzo el artículo con una afirmación provocadora que sintoniza, a la inversa, con muchos comentarios que se leen cada vez que el PP comete alguna de sus fechorías. No tarda en aparecer aquel que, fruto del desconocimiento o de la justificada rabia, carga contra los votantes del partido tildándolos de imbéciles por votar contra sus intereses. Y eso, además de ser contraproducente, es erróneo.
La gente no vota por sus intereses
Pensémoslo: si la izquierda está a favor de la redistribución de la riqueza (en román paladino, a favor de los pobres) y la derecha, a favor de los ricos, ¿por qué en las democracias gana la derecha continuamente, si los pobres son muchos más?
Sí, existen factores que a menudo se sobredimensionan y pasan por culpar desde la izquierda al ignorante obrero: alienación, manipulación, falsa sensación de prosperidad. Pero pocas veces nos paramos a pensar sobre el asunto. ¿Qué tal si nosotros, izquierdistas que miramos al mundo desde nuestra roja atalaya de superioridad moral, nos paramos a pensar que tal vez no sean todos idiotas? Si partimos de esta premisa, tenemos la conclusión de que los intereses no son tan relevantes a la hora de votar.
Parafraseando a Russell: "La izquierda no consigue comprender por qué un obrero católico vota antes al patronal católico que al partido obrero ateo"
La gente vota sobre valores antes que sobre intereses. El materialismo histórico marxista continuamente ha desdeñado esta fuerza y lo ha sometido a la pavorosa álgebra de la necesidad. Pero no es teoría de juegos: es un juego de suma cero, sí, pero los participantes no son perfectamente racionales.
¿Por qué entonces un asalariado de perfil bajo, dependiente de sanidad y ayudas públicas, vota al PP? Porque es el único partido de derechas nacional que aglutina una serie de valores que a él le definen: defensa del catolicismo, mano dura con según qué cosas, posturas concretas con respecto a valores familiares. El PP defiende, más o menos, sus valores (o al menos es el único que se acerca).
Démosle la vuelta: Si vosotros os hicieses ricos mañana, ¿pasaríais a ser de derechas? Porque, racionalmente, seguir siendo de izquierdas siendo rico os convertiría en unos jodidos idiotas (del calibre de aquellos obreros de derechas a los que despreciamos tan alegremente). Os digo que dudo que un podemita al que le toque la lotería pase a ser pepero: Irracional, pero Podemos comparte sus valores.
Decimos "No hay nada más tonto que un obrero de derechas", pero nunca "No hay nada más tonto que un rico de izquierdas"
La izquierda se muestra en este sentido fiscalizadora de los motivos por los que ha de votar la gente. Una vez, en esta misma página, dije que jamás votaría a un partido que apoyase a los antivacunas a pesar de que coincidiese en el resto: casi tuve que disculparme ante el linchamiento. Una multitud de repartidores de carnets me vino a decir qué motivos tenían que definir mi voto. Lo siento, guapo: mis valores y su prioridad los decido yo, y no tú.
Como a mí me resulta clave la posición ante la ciencia, a otro puede resultarle clave la posición ante los toros, o ante los bosques, o sobre la restauración de la Iglesia de Torrelodones, o sobre la condecoración del hijo bastardo del almirante de la Quinta Flota.
Lakoff pone un ejemplo meridianamente claro: las elecciones de California que enfrentaron a Schwarzenegger (republicano) contra Davis (demócrata) por el puesto de gobernador. Cuando representantes demócratas se reunían con los sindicatos, preguntaban a los trabajadores qué candidato defendía mejor sus intereses. "Davis", decían todos. "Davis, Davis, Davis". "¿Y a quién vas a votar entonces?", preguntaban.
"A Schwarzenegger".
Patada en los cojones.
Una autocrítica
La derecha ha conseguido adelantarse en décadas a la izquierda en dominio de marketing y publicidad. Si el gobernar un país es un producto, la derecha es la mejor vendedora. Y, entre otras causas, obedece a que la derecha tiene imagen. No dan la impresión de estar a la defensiva jamás, sino que están porculeando continuamente. La izquierda parece un gato que se revuelve panza arriba definiéndose por oposición y asumiendo la política de identidades como bandera.
Sigue sin comprenderlo la izquierda hasta tal punto que llega a insultar a sus propios potenciales votantes. Pasaos por una noticia de Menéame. Si cada acto rígido del Gobierno central crea mil independentistas, cada uno de vuestros insultos hace que mil indecisos se pasen -o sigan en- el bando contrario. Como la propia Carolina Bescansa, que llevando a la práctica política el conocido dicho de la abuela y la bicicleta, afirmó que "Si en España sólo votase la gente menor de 45 años, Iglesias ya sería Presidente del Gobierno".
Y si en el mundo sólo votase mi novia, sería Amo del Universo.
Así que tengamos claro dos aspectos: primero, que llamar idiota al votante obrero de la derecha no es justo para con él. Segundo, que llamar idiota al votante obrero de la derecha es estúpido. Nadie se mete en una pandilla en la que le insultan. No lleva a nada. Al igual que hablando con magufos, hay que enterrar el hacha y ser lo más agradable posible. El insulto y el desprecio sólo enrocan en su postura a aquellos a quienes pretendemos convencer.
¿Desde cuándo la izquierda ha criticado tan duramente al obrero por su incultura en lugar de atacar al sistema? ¿Desde cuándo la izquierda pide el voto censitario, contra el que luchó sin descanso tiempo ha? Gente lista como Trump lo sabe: en sus discursos, le daba la vuelta al tradicional papel de la izquierda con las clases bajas y utilizaba el criterio cultural antes que el monetario: "Esos intelectuales de izquierdas no saben los problemas del obrero americano". Ahí lo tienes: un zorro aclamado por gallinas, usando el desprecio de la izquierda en su contra.
La izquierda ha de vender un proyecto, una imagen, una postura y una actitud. Ha de vender unos valores. No tener una cara de amargados condescendientes diciéndoles a sus potenciales votantes "eres demasiado tontito, yo lo arreglo por ti".
Y si siguen sin votar a la izquierda... Tal vez la gente no sea imbécil. Tal vez el imbécil seas tú.