El joven farsante puso una escolta de 24 horas en la casa del secretario general del sindicato Manos Limpias. Disponía de placas auténticas de Guardia Civil y Policía, y sirenas de destellos. Según uno de sus interlocutores, poseía un programa con el que accedía a información sensible de vehículos y personas. Se hacía acompañar por un "jefe de seguridad" con arma reglamentaria
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