La primera es el asimilado régimen fiscal foral de las privilegiadas Euskadi y Navarra, un melón que nadie se atreve a abrir; la segunda, mucho menos conocida y de la que apenas se habla: los beneficios económicos que, según muchos economistas, supone para Madrid el efecto capitalidad. De forma muy sencilla, la configuración centralista del Estado permite ejercer un poder centrípeto que atrae riqueza a la capital de otras autonomías, lo que a su vez le permite tener más recursos y permitirse bajar impuestos, algo que otras comunidades no pueden