Todología con los 12 monos
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Cuando los camarones miren el cielo

Cuando los camarones miren el cielo

Cualquiera que se haya interesado un poco sobre la cosmología moderna habrá escuchado en algún momento la expresión “fondo cósmico de microondas”, CMB por sus siglas en inglés. Pequeñas diferencias de “temperatura” de una parte entre cien mil. La huella del Big Bang, suelen decir.

Si uno indaga algo más se entera de que no sólo hay ese fondo de microondas, si no que hay otro fondo de infrarrojos (CIB) y otro fondo óptico (COB). Bien, partamos de ahí.

Cuando se habla de fondo se entiende que es “a la mayor distancia”. Antes de ese fondo ubicamos por lo tanto cuerpos con el mayor corrimiento al rojo medido. Si hay una parte óptica en ese fondo es que por tenue que sea algo de luz llega en la parte visible del espectro, pero es que si desde ahí pensamos un corrimiento al rojo aún mayor… nos salimos del espectro de la luz visible y nos metemos en los infrarrojos que no vemos. Los que utiliza el mando para encender la tele, sí, ese tipo de luz invisible para nosotros. Pero “luz” al fin y al cabo, o con más propiedad radiación electromagnética. Luz fósil si se me permite la licencia en este contexto.

Pero ¿que sucede si pensamos en cuerpos todavía con más corrimiento al rojo desde el ya infrarrojo? Pues bien, nos metemos ya en las microondas. Las que nos calientan el café, sí.

Ese orden de magnitud, esas longitudes de onda. Pareciera entonces que ese “fondo” no es fondo en realidad si no luz tan corrida al rojo que ni siquiera percibimos como luz. Si no es oro todo lo que reluce, tal vez tampoco sea oscuridad todo lo que no brilla.

Pero ojo, no confundamos las microondas con temperatura, nos calientan el café porque por su frecuencia excita las moléculas de agua y es esa excitación la que percibimos como temperatura, que es muy distinto. Luego, al tamaño del universo observable de 46.000 millones de años cabría añadirle el extra de esa luz desvirtuada que nos llega, dejando al margen las posibles dinámicas del espacio y asumiendo la constancia de la velocidad de la luz.

Aparentemente, al mirar el cielo, lo vemos más o menos salpicado de estrellas y con grandes vacíos, y sabemos que si en esos “vacíos” enfocamos con un telescopio veremos objetos que al ojo desnudo le pasan desapercibidos. De igual modo los telescopios trabajan en distintas secciones del espectro electromagnético, también más allá de la luz visible. Al final tampoco sorprende tanto que la luz vieja no brille, siempre a tenor de su corrimiento al rojo que venimos interpretando como alejamiento, por lo menos en el momento que esa luz fue emitida.

Pero “luz” o no “luz” al final es un cuestión de percepción, lo empírico es la radiación electromagnética con determinada frecuencia. Hay una especie de camarón muy colorido en los arrecifes de coral de Australia, que además de ser famosa por su pegada (tiene un resorte que utiliza para abrir moluscos que puede crear incluso cavitación) hace gala de una visión poco común.

Al parecer es cuestión de fotorreceptores, además mueven los ojos de forma independiente. La mayoría de animales tienen dos o cuatro. Nosotros si no me equivoco tenemos tres, en una discreta media. Estos bichos tienen 12 y por lo que he podido leer su rango de visión se amplia tanto por el extremo infrarrojo como por el ultravioleta. Ven el haz de luz cuando cambias de canal la tele, quién sabe en qué color, pero si quieres tener alguno en un acuario mejor que sea de cristales gruesos, al parecer tienen bastante mal café, que no sea por ver mejor que el resto.

Lo menciono aquí porque si uno de esos camarones viera el fondo cósmico vería una apariencia muy distinta a la que nos brinda nuestra sesgada percepción. Vería el infrarrojo como luz y galaxias allí donde nosotros sólo acertamos a interpretar oscuridad. Esperemos que para darnos cuenta de ello no haya que esperar a que los camarones miren el cielo.

He aquí al camarón mantis con su traje de folclórica por cortesía de Jenny, CC BY 2.0, via Wikimedia Commons  

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Psicoanalizando Argentina

Vaya por delante que me gusta bastante Argentina, medio italianos hablando español en sudamérica, un poco locura.

Y ya que son tan proclives al psicoanálisis creo que, más aún después del resultado de las últimas elecciones, vale la pena sentarlos en el diván para encontrar ese trauma infantil que está en el origen del problema que es es la hiperinflación presente.

Y ese trauma es, con cariño y como ellos mismos dirían, que quieren cagar más alto que el culo. Miran a su alrededor y no se ven demasiado identificados, se suele bromear con que los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos de los barcos. Se ven más... "occidentales". Europeos, Estadounidenses, más ese tipo de sociedad en algunos aspectos, además de en el más obvio color local. El subconsciente se nutre de nociones tan básicas como esa.

¿Por qué menciono esto? Pues porque aunque hay un sentimiento nacional bastante fuerte en Argentina (relevente el tema de Malvinas), hay también una consciencia bastante clara de lo que diferencia algunos tipos de países, en la cultura en general, en la gente de a pie. Vamos, que de alguna manera quieren ser Yankis. Europeos... más occidentales... más "primer mundo" y menos BRICS, algo así. Aunque los tiempos han cambiado mucho desde que se acuñaron esos conceptos y ya cabe dudar de que la capital del mundo siga siendo New York.

Y sí que son una de las culturas más modernas del cono sur aunque el grado de desarrollo económico e industrialización sea menor al de otros países.

Bajo mi punto de vista eso explica en parte, además de los factores económicos objetivos, la tendencia al ahorro en dólares que es en realidad la madre del cordero. Unido a una cierta cultura política, algo un poco a la italiana tal vez, pero el peronismo es un invento universal argentino. Irreproducible, seguramente, para bien o para mal.

El tema es que aspiran a ser algo que ni son ni van a ser, el caso de Argentina con el dólar, por contraste con todas la expectativas mencionadas y cuestiones de autopercepción, recuerda demasiado a situaciones como la de Venezuela. En cambio, están llamados a liderar junto a Brasil y México la zona económica al sur de los EEUU. Y al carajo el dólar.

Pero para eso hay que saber muy bien lo que se hace y se tienen que alinear unos cuantos intereses y capacidades. No es difícil intuir para el futuro en la línea de Mercosur la creación de una Banco Central casi panamericano cuya área de influencia llegue hasta las puertas del imperio. Es el mecanismo de defensa más obvio desde tiempos inmemoriales, el número.

El peligro es que termine en las manos de los intereses de siempre. Y que se la crean los ciudadanos, porque si no estaremos en las mismas. Pero el primer paso es dejar de depender del dólar para comerciar entre ellos.

Habrá que estar atentos a las economías emergentes de los BRICS basadas en recursos y productividad, más vinculadas a la economía real, que se perciben como futuro relevo del financiarizado dólar.

Más vale ser cabeza de ratón que cola de león, dicen por aquí.

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El poder: ¿estados o multinacionales?

El poder (político, se suele omitir) reside en la punta de un fusil. O en la bocacha, o en plural, la afirmación de Mao (Zendong, Tse Tung) ha sido repetida en formas similares igual que la transliteración de su propio nombre y recogida por otras diversas voces.

Otro lugar común es el de la “correlación de fuerzas”, que en mi opinión es el intercambio desde el que el poder finalmente se origina.

Pero yo me vengo a referir a la valoración del Coronel Pedro Baños en relación a esa correlación de fuerzas.

En alguna de las numerosas intervenciones públicas recuerdo que fue preguntado sobre el escenario actual, que sin duda conoce mucho mejor que otros tantos, sobre si las multinacionales estaban en condiciones de ejercer su poder por encima del estado o, por el contrario, son los estados los que tienen bajo su control a tales entes privados. Transnacionales, corporaciones…

Su respuesta, razonada, es que en el momento actual, por su infraestructura, el poder aún está al final en manos de los estados, resumidamente. Pero sobre su afirmación caben a mi entender diversas apreciaciones:

En primer lugar cabría discernir qué estados. Porque presentan muy diversas capacidades, desde los estados fallidos a la potencia hegemónica del momento. No todos están en las mismas condiciones.

Y en segundo lugar, y más importante aún, cabe preguntarse quién controla finalmente a los estados. Desde luego es difícil pensar estando mínimamente informado que la voluntad popular resulta, ya no decisiva, sino realmente relevante ante determinadas decisiones.

Otra lectura invita a analizar los mecanismos y entresijos de lo que se ha venido a llamar el “estado profundo”, desde la expresión anglosajona “deep state”. Que a su vez provendría se ejército de funcionarios de muy diversos rangos que permanece inamovible elección tras elección más allá del resultado.

Y por último es imposible despreciar el papel de los estados en defensa de “sus” grandes empresas. Las comillas vienen a señalar el hecho de que los grandes conglomerados empresariales están finalmente en manos de accionistas que difícilmente representan intereses nacionales por delante de intereses de clase, aunque eso puede también ser bastante heterogéneo a lo largo de las distintas latitudes.

No se puede olvidar por ejemplo todo el papel jugado en la segunda mitad del siglo XX en Latinoamérica por parte de grandes empresas estadounidenses, y todavía.

Nada de lo hasta aquí dicho contradice la afirmación del coronel aquí expuesta, aunque ya en los años 20 los estudios de Hollywood contaran con fuerzas de seguridad privadas y hoy en día, un siglo después, las grandes potencias se valen de lo que técnicamente son empresas privadas de mercenarios en determinadas circunstancias antes que de tropas regulares, aunque por otros motivos.

Tampoco se puede ignorar el papel de los diversos lobbies y think tanks, grupos de presión, y del poder mediático en general, actores políticos de primer orden con los que el capital ejerce, como decía el personaje de Daniel Day Lewis en Gangs of New York, “el voto de la minoría”.

Pero sí, aceptemos que el poder se ejerce por parte de los estados como asevera Baños. Aceptemos la reflexión de Mao sobre el origen de dicho poder, con el tipo de violencia que ello implica. A la fuerza ahorcan, al fin y al cabo.

Pero la gran pregunta, que al final encierra el potencial para revertir el signo de la respuesta es:

¿Y quién controla los estados?

¿Seguro que desde occidente no estamos cayendo en un falso dilema al plantear esa disyuntiva entre estados y multinacionales?

El error no está en la respuesta, está en la pregunta. Y no es baladí porque en cierto modo la respuesta que le demos va a configurar nuestro perfil político en gran medida: aquellos que sientan que la opresión proviene del estado se alinearán con posiciones más liberales y los que perciban que esa opresión proviene de multinacionales o del poder económico seguramente se acerquen a posiciones más socialistas.

Lo cierto es que es el poder económico el que actúa en gran medida a través de los medios y multinacionales y éstas a través de los estados.

Se podría concluir que en tiempos de “paz” el poder es económico, lo cual socava en parte la afirmación de Mao. Pero lejos de vaciarla de contenido en realidad la confirma: las revoluciones van de subvertir el orden establecido, político y económico. Y la violencia, en una forma u otra, ejercida o tácita, tiene un papel ahí como bien señala en sus palabras.

lPero es que aún podemos rizar el rizo, Napoleón tenía muy claras las tres cosas que hacían falta para ganar una guerra: dinero, dinero y dinero. Cabría preguntarse entonces qué es exactamente el dinero, pero ya sería objeto de una reflexión aparte.

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El fracaso del multiculturalismo

Lo escribí hace unos días y viendo el resultado de la elecciones europeas en Francia supongo que vale la pena recuperarlo:

Es una cantinela que se viene oyendo desde determinados ámbitos. Esos que hoy en Europa cosechan más simpatías que desde mediados del siglo pasado.

Tal vez la muestra más gráfica de ello fueron lo incidentes tras la celebración de la copa de Europa en París. Para quien no lo recuerde se produjeron diversos robos e intentos a la salida del estadio.

Y eso sin duda es más gasolina para la extrema derecha, siempre centrada en solucionar problemas cuya causa parece que jamás analiza.

Es que no se integran, dicen. Lo que se han creado al final son guetos. La razón es muy sencilla.

Cualquiera que observe como se estructuran las relaciones humanas advertirá que el aspecto económico tiene, en términos generales, un papel fundamental.

Porque determina el contexto donde las personas se relacionan y sin tal contexto las relaciones no pueden tener lugar. Sucede por lo tanto que si un determinado grupo étnico, cualquiera, tiene un distribución muy localizada dentro del espectro de las rentas, no es ya que no se produzca ese contexto, es que no se da ni siquiera la condición de necesidad más elemental.

No es fácil de escapar del racismo. Y lo paradójico es que las conductas racistas por lo menos exacerban, si no es que generan por sí solas el problema.

Basta con ver EEUU, hace 60 años de la lucha por los derechos civiles pero la realidad práctica es que las cárceles las siguen ocupando los mismos y también y no por casualidad las capas más desfavorecidas.

Hablamos por lo tanto de un problema de raíz económica cuyos orígenes se hunden hasta la propia cultura. Porque sería muy cínico afirmar que “no se integran” si por otro lado no se les permite.

No es que haya que tratarles como uno más, es que son uno más. Y el eje económico es fundamental.

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Mañana votan en EEUU...

Por lo menos en algo estoy de acuerdo con Elon Musk, en su declarada defensa a ultranza de la libertad de expresión. Supongo que se hace raro recordarlo el mismo día que han baneado en Twitter a una cómica por "suplantación de identidad", del propio Musk, precisamente.

Sin haberme parado a revisar los detalles, me parece imposible abstraerse de la idea de que la censura es exclusivamente lo que practica el bando opuesto. Y hablando de bandos, el que fuera "el chico de los coches eléctricos", tal como se refirió a él en el propio Twitter recientemente un conocido presentador de late night, se ha posicionado claramente en favor de los republicanos.

La tesis del "power balance" (olvidemos por favor aquella infame pulserita) parece bastante razonable: gobiernan los demócratas, conviene un congreso republicano. Tal vez resultaría más creíble de alguien que no fuera a votar republicano dentro de dos años, aunque quién sabe.

En cualquier caso nunca es una decisión fácil, si es que realmente es una decisión, en el sentido de que nos presentan una suerte de "desvío" en el que ambos caminos van a transcurrir por ineludibles puntos comunes.

Desde mi punto de vista, muy a la izquierda, claro que prefiero oír a Biden decir que capitalismo sin competencia es explotación antes que escuchar las reflexiones de Trump sobre lejías y desinfectantes, en el plano doméstico, pero desde el punto de vista internacional la situación en Ucrania lo está copando todo y no se pueden olvidar los vínculos del hijo de Biden (¿no es un poco de flipado llamar a tu hijo "Hunter"?) con el sector gasístico ucraniano.

Ante el mil veces anunciado y todavía pendiente de consumar declive del poder hegemónico norteamericano vimos el enfoque de Trump, en su guerra comercial con China y su actitud reacia a la OTAN, a la OMS y todo lo que suceda fuera de sus fronteras. Con la significativa excepción del asesinato de Soleimani, un "detalle" que conviene no olvidar.

Pero con Biden parece que esté en camino de abrirse la caja de Pandora, no sólo han involucrado a sus socios en la cruzada de su obsesión anti soviética (aún), como ya lo hicieron en la llamada "guerra contra el terror", sino que parecen estar influyendo en la política interna Europea de forma más torticera que con el espionaje a la propia Merkel.

Y el argumento es recurrente, hasta desde la izquierda. Incluso antes de que Biden tomara el poder tras aquel espectáculo que vimos en el capitolio: con Trump no hubo guerra. Lo que se había montado en Siria y que parecía que con Clinton tendría continuidad remitió en alguna medida.

No voy a decir que el mandato de Trump fuera un remanso de paz antes que una larga colección de dislates, pero no fue él quien nos montó la que hay liada en Ucrania, por más hostilidades que cruzara con China. Al final se diría que aquellos que temían al loco con el dedo en el botón nuclear tendrán que aceptar ese gran vacío que hubo durante el mandato de Trump en el ya tradicional belicismo estadounidense en política internacional, por más tensiones que afloraran en la guerra arancelaria con China.

Extrañamente no sucedió nada relevante en términos geopolíticos en un momento clave que precede al actual, el declive del gran hegemón, pareciera que se limitó a replegarse sobre sí mismo haciendo asco a los gastos que suponen el multilateralismo internacional y los organismos supranacionales.

No fue con Trump que se invadió Afganistán, ni Irak, ni Libia...Tampoco me suena ninguna típica revolución de colores orquestada por la CIA... ¿Qué estarían haciendo esos chicos? No sé, es como si me faltara algo en esa legislatura. Seguro que alguna obra menor llevarían a cabo pero nada de envergadura durante todo un mandato... Y llega Biden y lío en Ucrania. Que tampoco es que lo haya prendido él, no nos engañemos, el Nobel de la paz Obama las mataba callando, pero si ha querido apagar en algún momento el fuego ha sido con gasolina.

Sin embargo con Trump... pues oye, ¿no nos fue tan mal, no? Además, por lo que se ha visto en Mar-a-lago era muy trabajador, se llevaba trabajo a casa y todo.

Ah, ya sé. Sabía que me olvidaba algo en ese largo lapso en que la actividad de injerencias y sabotajes de la inteligencia y la hostilidad militar del gran imperio pareció distenderse ante las tensiones con China.

La pandemia. En palabras del propio Trump "ese virus chino". Parece que después de todo tampoco nos fue tan bien. Y aún así parece mejor panorama que un invierno nuclear. No os voy a engañar, no hay opción buena. Alguna ventaja ha de tener no poder escoger.

Compadezco a los que ha de tomar tal decisión y entiendo incluso a los que votan a ojo, sin tener la menor idea de qué propone y dice realmente cada bando. Al final, desde estas modestas líneas a la gran política que rige el destino del mundo, pasando por los medios de comunicación, lo que se dice no suele ser tan importante como lo que no.

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¿Conspiranoia o conspiración?

A raíz del video en portada me parece oportuno reflexionar al respecto:

www.meneame.net/story/astrofriki-desmiente-conspiraciones

Por muy loables que sean las intenciones de tipo del video (en general no lo son menos las de los "conspiranoicos", a su manera) cae de pleno en una falsa dicotomía. Pero la realidad parece muchísimo más compleja por más que necesitemos simplificarla para meterla en nuestras cabecitas.

Todo es verdad o todo es mentira. Elija usted un bando. Parece casi una broma. Escojas el bando que escojas si compras el pack completo te vas a acabar comiendo unas mierdas enormes. El problema es que no hay una solución sencilla y rápida y que crecer es sinónimo de aprender a convivir con la duda antes que con certezas falsas e infantiles.

Así que cuando alguien aparezca con soluciones mágicas, ya sea en un sentido o el otro, no cabe menos que una profunda desconfianza con la que hay que aprender a vivir sin que suponga consumirse en la ansiedad. Y bajo mi punto de vista eso es madurar.

El problema es la necesidad de meterlo todo en el mismo saco y de verse en la obligación de decidir si las cosas son falsas o ciertas. Y sin duda lo son (y a veces más o menos), pero sin la información apropiada la aproximación ha de ser en forma de duda.

Así evitaremos caer en las tonterías de que Soros es un reptiliano (a la postre sería bastante irrelevante) que es casi tan absurdo como negar que tiene una fundación con la que ejerce cierta influencia (eso sí es relevante), muy resumidamente.

Se trata de aprender a pensar de forma racional y sin volverse loco por el camino, a poder ser. Y en mi opinión ninguna persona que compre de forma integral ninguno de los dos discursos en los que se intenta presentar de forma torticera la cuestión está en su sano juicio.

Y no te lo van a poner fácil, dándole la vuelta a las palabras del autor del video "siempre hay trampa", o por lo menos nos conviene contemplar esa posibilidad, aunque muy rara vez y por extraño que parezca las cosas son lo que aparentan. Sabemos a ciencia cierta que los medios de comunicación están plagados de intoxicación informativa y que hay toda una serie de intereses que guían esa intoxicación. Eso está en el terreno de los hechos probados.

Y van a seguir haciendo lo mismo porque es lo único que pueden hacer: intoxicar. Así cuando se pueda abordar la cuestión “Soros” ya mencionada como buenos incautos nos dejaremos deslumbrar con el rollo reptiliano como si lo trascendente aquí fuera el color del nabo que te está rompiendo el culo, con perdón por la vulgaridad.

Y vamos a tomar como estandarte de la conspiración (o conspiranoia) lo de la tierra plana. Como si vivimos en una placa de Petri, en realidad no importa un carajo, y van a tratar de detraer sistemáticamente el foco de atención de lo que sí es verdaderamente importante.

¡Ellos! El sempiterno “ellos”, por supuesto. Y seguramente no hay un solo ellos, es razonable ver en el término una “red flag”, por supuesto, aunque no me gusta en absoluto la expresión. A que le reventaran la cabeza a Kennedy, mataran a su hermano, y al tipo que supuestamente lo mató, y que el tipo que mató al que supuestamente lo mató muriera en la cárcel de cáncer, yo no lo llamaría “red flag”, yo diría que una clara señal de alerta, si no de alarma.

Tan seguro que existe conspiranoia como que existe intoxicación informativa y como que existe conspiración. La cuestión es hasta que punto tenemos la capacidad de diferenciarlas.

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El conflicto de interés

La ocasión hace al ladrón. Al menos eso dice la sabiduría popular. Desde una aproximación más académica, la criminalística establece que todo crimen requiere de móvil, medios y oportunidad. También desde el punto de vista de la tradición bíblica se exhorta a alejarse de la tentación, identificada como la puerta de entrada al pecado. En cierto modo, todo ello guarda relación con la reflexión acerca del asunto que motiva estas líneas: el conflicto de interés.

Se puede encontrar definido de esta manera: Un conflicto de interés es aquella situación en la que el juicio del individuo -concerniente a su interés primario- y la integridad de una acción tienden a estar indebidamente influidos por un interés secundario, de tipo generalmente económico o personal. 

La propia definición que se ofrece puede ser ampliamente cuestionada, particularmente en lo tocante a las prioridades. Está por ver cuál sería realmente el interés primario y secundario de cada individuo y cada caso.

Pero, ¿por qué ocuparse de este asunto? Una reflexión cuidadosa conduce a identificar que esa situación se halla en la raíz de muchos y muy variados problemas en relaciones diversas de esta sociedad. En pocas palabras, está en todas partes. Precisamente por hallarse en el núcleo de las relaciones económicas que, como bien sabemos, actúan casi en cada uno de los aspectos de nuestras vidas.

La relación entre empleador y empleado. La relación entre empresa y cliente. La relación entre médico y paciente. Las relaciones de pareja o amistad. Todas ellas están sometidas en mayor medida a conflictos de intereses como veremos a continuación. Hay un conflicto de interés fundamental que propaga sus efectos a toda relación dependiente de él, y eso es, a toda relación: el conflicto de interés entre el individuo y el colectivo.

No es difícil percatarse de ello, aún viviendo completamente inmersos en una "lógica" que abarca cada rincón de la sociedad. En el mundo laboral tal vez sea donde se ve de forma más evidente: la pugna constante entre patronales y sindicatos, unos en favor de los derechos de los trabajadores, otros en pos de mayores beneficios en su cuenta de resultados. Luego, el empresario, se ve en la tesitura de lidiar con intereses contrarios. Por un lado, como cualquier persona razonable, debiera ser natural que quiera proveer a sus trabajadores de unas condiciones laborales y remuneración dignas. Por el otro, cada céntimo que invierta en ello se resta directamente de sus beneficios, de los de la empresa, de los personales o de ambos. Pero no acaba aquí la cuestión, a buen seguro cualquier empresa se enorgullece de dar un buen servicio o producto a sus clientes. Pero cada céntimo que dedique a ello va, de nuevo, en detrimento de su cuenta de resultados.

Lo cierto es que tal como está planteado actualmente no hay conciliación posible. Estamos funcionando los unos contra los otros con unas "reglas del juego" de las que la sociedad se ha dotado para civilizar en cierta medida la contienda. Carrera, enfrentamiento, pugna, lucha, guerra, son términos que describen en diferentes grados un mismo concepto.

Veamos otras partes. También el trabajador se halla atrapado es esta lógica perversa. Así, cuando un cliente de su empresa requiere de su asesoramiento es fácil que detecte que los intereses del cliente y los de la empresa caminan en sentidos opuestos. También en relación a la empresa, que le remunera por sus servicios, se reproduce de nuevo la situación. Incluso entre trabajadores hay dos tendencias fundamentalmente opuestas como son las actitudes de compañerismo y de competencia. Los clientes tampoco se libran. Al final se convierte todo en una competición, estafar o ser estafado, en distintos grados.

Huelga decir que en toda relación que no es ecuánime hay una parte fuerte que es la que siempre sale beneficiada de la aplicación de lógicas como la descrita. Bueno, al fin y al cabo sólo es dinero. Sin entrar a valorar la ligereza de la afirmación previa, veamos cómo el asunto contamina otras esferas. Pasemos a esa parte del mundo laboral que es la sanidad privada. Y aquí, por extensión, se puede pensar en la industria farmacéutica. Y es que, al final, el sueldo de mucha gente depende de que haya enfermedades. Y, por lo tanto, a más enfermedades, más negocio, más beneficios. No es difícil por lo tanto entender porqué existen casos de dentistas diagnosticando caries fantasma o psicólogos y psiquiatras estableciendo diagnósticos poco menos que cuestionables. O médicos prescribiendo tratamientos pensando más en la factura que generan que en el propio cuadro clínico. Todos ellos se hallan bajo un severo conflicto de intereses. O bajo el influjo de la tentación. O, visto de otro modo, como al ladrón, se les ha brindado la ocasión.

Lo cierto es que ninguno somos ángeles. No somos perfectos. Lo que nos diferencie tal vez a unos de otros, entre muchos otros factores, sea la voluntad para corregirnos respecto a un ideal perseguido. Si ese ideal no es compartido, poco hay que hacer. Y lo que tendremos, como ahora, es un montón de individuos pero en ningún caso un colectivo.

Un colectivo requiere una meta común y la comprensión de que el de en frente es en cierto modo uno mismo. Fuera de eso, todo lo que existe son esfuerzos que se anulan unos a otros, sin orden ni concierto en un resultado que roza lo estéril. Eso es lo que sucede en las guerras, lo que se disparan entre un bando y el otro es dinero, trabajo, esfuerzo. Es el desbaratamiento de recursos más absurdo que existe. Claro que, para el vencedor, que se apropia de los recursos del vencido, es un negocio redondo. Siempre que quede algo de lo que apropiarse, claro.

Los soldados han sido por definición los que se han visto sometidos históricamente al conflicto de interés que conlleve posiblemente la mayor tensión. Entre la defensa de su país o unos ideales y el propio instinto de supervivencia. Eso se ha resuelto en el pasado vía reclutamiento obligatorio y ejecución de los desertores. Y entre muerte o muerte, ya no hay conflicto ninguno. Hay una cita que me gusta mucho, por esclarecedora, que recuerdo con precisión a salvedad de su autor: Antes, cuando las fortunas se hacían en la guerra, la guerra era un negocio. Ahora, que las fortunas se hacen en los negocios, los negocios son la guerra.

Lo cierto es que, en gran medida, no hemos dejado de estar nunca en guerra. Otra cita cuyo autor también ignoro subraya que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Ambas señalan lo mismo: lo único que ha cambiado son las formas. El fondo de la cuestión sigue siendo en gran medida el mismo. Claro que hay unas leyes propias de la civilización, por supuesto. Pero al final lo que se condena no es actuar al margen de la ley, lo que se condena es que se sorprenda a alguien haciéndolo. Por lo menos, al margen de otros juicios menos terrenales, si los hubiera.

Cualquier sociedad sana que quiera aspirar a una cierta armonía con el medio que le rodea y entre sus propios integrantes ha de subvertir necesariamente la mencionada lógica. La competencia, piedra angular del capitalismo, aboca a tales conflictos sin remisión. Evidentemente es la parte fuerte de la relación la que obtiene beneficio del desarrollo en ese marco. La desigualdad en dicho marco, además, sólo conduce a mayor desigualdad. Y el propio exceso de poder es la semilla misma de la corrupción, cuando no de crímenes peores. Es por eso que cada uno debe ser el guardián de su hermano. No podemos anular el móvil del crimen, todos somos débiles ante la tentación, y tampoco podemos renunciar a todos los medios para ello, ambas cuestiones están en nuestra propia naturaleza. Tal vez podamos establecer los mecanismos para que la oportunidad no tenga lugar.

Los defensores a ultranza de la libertad es posible que vean en tales propuestas sus derechos conculcados. Pero eso está muy lejos de la verdad, lo que realmente temen es ver sus privilegios restringidos. La libertad es quizás la mayor mentira con la que comulgamos. La libertad es eso que disfrutan los explotadores a costa de los explotados. Las leyes, desde cierto punto de vista, son la renuncia a la libertad más fundamental. En realidad son la manera de garantizar cierto grado de libertad a todos por igual. O eso deberían ser.

No se ha mencionado aún las relaciones interpersonales tales como la amistad u otras. No están al margen de la lógica económica que se filtra en cada una de nuestras decisiones y se desarrollan bajo impulsos análogos.

Al final hay una regla de oro que vale para todo: haz a los demás lo que quieras que ellos te hagan. Desde ahí es fácil deducir su expresión inversa. No hagas a los demás lo que no quieres que ellos te hagan. No puede ser más sencillo. No es nuestra inteligencia lo que no supera el corte, si en algún aspecto somos víctimas de nuestras limitadas capacidades es en el de la honestidad. Y es que al final, en nuestro interior, cada uno de nosotros albergamos un conflicto de interés. Sabemos lo que es correcto y sabemos lo que nos conviene. Y sucede que a veces nos parecen cosas muy distintas. Aunque puede que al final sí que sea un déficit intelectual. Al parecer no hemos comprendido que lo que nos conviene es lo correcto, no porque nos convenga, sino porque es lo correcto, y que, por ser lo correcto, nos conviene.

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Encuesta apocalíptica

Encuesta apocalíptica

Pues nada, que el otro día me vino a la cabeza un breve diálogo que sería más o menos así:

-Entonces, ¿cuánto podría costarnos?

-Unos 7 u 8 mil millones.

-¿De dólares?

-De habitantes, caballero.

-(Silencio)

-¿Sigue queriendo saber más?

esperandoauntren.blogspot.com/2023/06/the-price.html

Al final es una pequeña hipérbole llevando a nivel planetario ese lema convertido en chascarrillo de "si te lo dijera, tendría que matarte". Pero me ha suscitado un pequeño dilema ético. Y a mi amigo también, claro.

Va un poco en la línea de lo de Adán y la manzana del conocimiento y esa historia, así que me dispongo a consultarlo con las mentes más sabias posible... pero antes os lo pregunto a vosotros :D

Aquí la encuesta:

www.meneame.net/notame/_poll

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Whatever

¿Elige una ola del mar dónde rompe? ¿Escoge una nube el momento en el que se precipita en forma de lluvia? Entonces, ¿por qué azares consideran los hombres estar en posición de regir su destino? Al final todo se resume en una simple cuestión de complejidad.

Nada escapa a la causalidad. Nada de lo hecho se deshace jamás. Y ya está escrito el destino de los hombres, sellado e inviolable desde el primer instante de la creación, si tal noción tiene sentido.

No hay por lo tanto error o acierto. La voluntad es una vana ilusión. ¿Cómo podría alguien, en ninguna medida, considerarse responsable de aquello sobre lo que en realidad no tiene ningún control?

Cada uno hace lo que ha de hacer y no existe error porque no existe opción. ¿Libertad? Las piedras son libres de desplomarse por las laderas y las olas de romper en los escollos de la costa. De seguir con precisión absoluta las invisibles leyes que nos gobiernan, que nos conforman.

Al final la única pregunta interesante es ¿por qué existe todo en lugar de nada? La nada a buen seguro no existe, allá en ningún lugar, como cabría esperar de ella. Pero, ¿y lo que sí existe? ¿Cuál es ese destino inevitable, ese indescifrable secreto insultantemente a la vista de todos?

Por qué y para qué, de dónde vamos y a dónde venimos. Tal vez las preguntas más viejas del pensamiento humano. Yo tampoco alcanzo a vislumbrar las entrañas de nuestro origen y la profecía de nuestro destino. Ambos a buen seguro ineluctables, tanto como desconocidos.

No me hallo en posición de librarme del peso de la inquietud ante lo ignoto e imprevisible pero poseo la llana tranquilidad de saber una verdad muy simple:

Lo que tiene que ser, será.

esperandoauntren.blogspot.com/2018/10/whatever.html

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El coste del valor

El coste del valor

Suelo sacar siempre que puedo el tema de la teoría del valor marxista.

La razón es que la ley de oferta y demanda no funciona como pensamos, no es la cantidad total lo que determina el punto de encuentro que es el precio si no la urgencia. Se explicó en capítulos anteriores:

www.meneame.net/m/Los12monos/factor-tiempo-ley-oferta-demanda

Es por lo tanto la necesidad lo que fija el precio. De forma completamente desvinculada del coste.

¿Y a quién beneficia eso? Pues a quien tiene menor urgencia o necesidad.

El otro día por la noche subí al Tibidabo con la bici, antes de amanecer, y llegué a la iglesia empapado en sudor.

No suelo llevar agua, en todo caso paro en alguna fuente de camino. Y al ver salir a un trabajador le pregunté por una fuente. En las máquinas de la entrada 2,20 un agua y 3,95 una cocacola. No me va de ahí, pero siempre me ha parecido un abuso. Para mi sorpresa ha tenido la gentileza de ofrecerme un vaso de agua.

El coste de producción de una botella de agua, comparado con el precio de venta fácilmente se puede estar multiplicando por 20. Un vaso de agua apenas cuesta nada.

Mucho se habla de la plusvalía en el reparto de beneficios de una empresa, pero menos se habla de ese dividendo que es el margen.

El relato que nos han vendido es parecido al del mercado de valores: todo el mundo puede participar en igualdad de condiciones. Y es la manera de meter en la misma jaula a hormigas y dinosaurios. En realidad de ponerlos en un cuadrilátero a pelear.

Es obvio a quien beneficia el mercado de valores y es obvio a quien beneficia el margen. Y el motivo es el mismo: la urgencia, la necesidad. En bolsa se suele decir que hasta que uno no vende no materializa pérdidas y con la suficiente paciencia, salvo casos terminales, la cosa puede volver a remontar el vuelo. Quien no puede esperar no tiene ni esa oportunidad.

En el caso del margen, hay productos y servicios de los que es prácticamente imposible prescindir en la sociedad actual. La luz seguramente incluso antes que el agua. Al final el conjunto de condiciones creadas favorecen a aquellos que están en posición de especular explotando la necesidad. Ése es el resultado del sistema de libre fijación de precios, el abuso sobre aquellos en situación de mayor necesidad, con lo que, partiendo además de una situación de enorme desigualdad, esa desigualdad sólo puede aumentar.

Tan interiorizado está ese sistema de libre fijación de precios que ni siquiera nadie nunca piensa en ninguna posible alternativa. Ni se menciona, no existe. La verdad es que han invertido ingentes esfuerzos en dar a esa alternativa por refutada, denostada, enterrada y olvidada.

Sin embargo es un de los pilares principales, junto a la ya mencionada plusvalía, del edificio teórico que diseñó Marx. O más bien de su crítica contra el sistema. En cualquier caso la idea es que la economía debería ser regida por costes.

Esto sin duda entraña sus complejidades, y seguramente existan posibles fórmulas que dejen sectores fuera de ese criterio fundamental. Pero lo grave de todo esto es que hayamos olvidado que la naturaleza del comercio es la del intercambio, el trueque. El margen es una suerte de tasa del poder.

Pasa también en la relaciones personales, necesitar al otro más de lo que uno es necesitado genera una tensión que termina por resolverse. También son relaciones de poder, como las comerciales.

Pero tampoco es del todo así por naturaleza, se acentúa en un marco de desigualdades y desequilibrios.

Hoy en día, bajo la bandera de la libertad marchan las huestes del abuso. Es así de sencillo.

En sociedades más equilibradas, más igualitarias, no existen tales mecanismos de explotación.

Y es cierto que una economía regida por costes implica otras dificultades, la información que la teoría actual dice que envían los precios (como si los precios se subieran o bajaran solos) en el caso de los costes la genera el stock. Que tampoco es un ente abstracto, es el resultado de las decisiones de productores y consumidores. No hay abstractos fenómenos meteorológicos en economía, hay acciones y decisiones individuales que conforman tendencias y sinergias colectivas.

Y muchos se escandalizan, es inadmisible que en casos críticos puedan haber estantes vacíos. Sin embargo no se sonrojan lo más mínimo con estantes repletos de productos inasequibles. Ni viendo a gente dormir en la calle o rebuscando en los contenedores, es el mismo fenómeno.

Ciertamente el impacto psicológico puede ser muy distinto entre estantes vacíos y productos inasequibles, aunque el resultado sea el mismo. A nivel práctico es una manera de limitar en base al poder adquisitivo, algo que también vemos jugando su nocivo papel como en la concesión de crédito, como en tantos otros ámbitos de la economía.

En una conversación reciente Elon Musk y Jordan Peterson, a priori dos personas inteligentes, se esté más o menos de acuerdo en sus respectivas conclusiones, se interrogaban por lo que ellos interpretan como una “caída demográfica en sociedades que alcanzan la prosperidad”.

Es prácticamente imposible llegar a conclusiones acertadas desde premisas erróneas. Lo que cambia de las sociedades en desarrollo a las desarrolladas es en realidad el acceso a los anticonceptivos, entre otros factores. Y lo que nos vendría a señalar es que tal vez lo que se está desarrollando no sea lo correcto, por lo menos para obtener una demografía positiva. Si es que eso es deseable, que ya es discusión aparte.

Pero supongo que desde ese “mundo de prosperidad” en el que seguramente viven Musk y Peterson es más difícil entender por qué los esclavos no quieren tener hijos.

Idiocracia, ese film que ha acabado siendo si no de culto sí algún tipo de referencia, nos contaba la historia un poco al revés. Se diría que los perfiles presentados de una pareja de cierta cultura y otra con mucha menos, describiría además de la interna de cada sociedad un poco el conjunto de sociedades del mundo.

Y sí, en algo cambia el nivel económico, pero no parece el factor determinante, por lo menos en ese grado. En cualquier caso bueno sería poder generar las condiciones para que se puedan consolidar parejas, porque no es sólo la demografía lo que tal “prosperidad” destruye si no el propio tejido social.

Pero las soluciones a tales problemas, no es que estén fuera de la mesa de negociación o de las posibilidades, es que se diría que aún están por soñarse. No es así, la enfermedad fue diagnosticada hace siglos.

Imagino que hoy Marx estaría pavorosomente maravillado de ver, no sólo sus predicciones sobre la acumulación de capital cumplidas, si no el monstruo en el que se ha convertido el capital financiero internacional. Y ése sí que come niños, no los comunistas.

Coste: cantidad de trabajo requerida para producir algo.

Valor: cantidad de necesidad de un producto o servicio.

Precio: en una sociedad justa, el coste. En una explotadora y tiránica, el valor.

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