A nadie se le debería escapar que Jerusalém es, a la postre y tristemente, un campo de batalla, o por le menos la causa de él. Pero a escala industrial, al nivel de “me monto un país ahí con tres años de servicio militar obligatorio”. Una base militar, vamos. Con bares, pubs y tolerancia con la sexualidad para poder erigirse portavoces del mundo libre, contra el Islam. ¿Por qué tan denodados esfuerzos durante décadas? Bueno, por varios motivos, pero la conclusión inevitable es que la razón …
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